Noche limpia de nubes y luna. El catamarán a resguardo en un islote desierto. Cero contaminación lumínica.
Arriba, el cielo abarrotado de estrellas. Abajo, el mar Caribe completamente en calma: un espejo perfecto. No hay diferencia entre cielo y mar.
Sientes un calor asumible, sin embargo al lanzarte al agua no hay contraste térmico (30ºC). Es como si estuvieras dentro de la barriga materna. Empiezas a mover tus brazos y las estrellas se deshacen. Nadas entre ellas. En tus manos brillan igual que ahí arriba. Te abren paso a una playita blanca con palmeras.